Se podría decir que
Jeff Buckley nos dejó con la miel en los labios, que hizo un disco delicioso y marchó pero yo no lo creo así. Si nos dejó algo fue un magnífico pastel que se llama
"Grace" y el cual, si se sabe y se quiere saborear, es una obra repleta de música, de matices, donde cada segundo es una pequeña píldora musical dividida en partes y que no tiene desperdicio. Decir que "Grace" fue uno de los mejores disco de los 90 resulta una obviedad, decir, en el caso de que fuera posible elegir, que fue el mejor disco de esa década resulta arriesgado pero verosímil. El hijo del mítico
Tim Buckley se convirtió en uno de los artistas con mayor potencial en un tiempo en que la música tenía dudas: el grunge recien había muerto con
Kurt Cobain y no se sabía bien por donde irían los tiros. Buckley ha marcado a muchos grupos posteriores pero quedará la duda de que hubiera sido de la música si el en persona la hubiera liderado por un tiempo, cosa para la cual tenía capacidad e ingenio de sobra.
"Grace" tiene un número poco usual de versiones ya que son tres de los diez temas que tiene el álbum original demostrando Jeff Buckley su habilidad para reinventar. El artista desnuda hasta el extremo "Lilac Wine",
grabada primero por
Eartha Kitt,
hecha famosa por
Elkie Brooks y
versionada también por la impresionante voz de
Nina Simone. El resultado es una canción que se desarrolla en un ambiente totalmente autodestructivo marca de la casa y que transmite a la perfección la desesperación presente en gran parte de "Grace".
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